Por Juan Ángel Gutiérrez Rodríguez
nosotros los negros debemos unir la mente fuerte y el corazón tierno si deseamos movernos creativamente hacia la meta de la libertad y la justicia. Los individuos de mente suave entre nosotros sienten que el único camino de enfrentar la opresión es ajustarnos a ella. Ellos ceden y se resignan a la segregación. Prefieren mantenerse oprimidos.
No es suficiente tener una mente fuerte para una espiritualidad de resistencia y lucha. El análisis, el cientifismo, la racionalidad no es suficiente y pueden ser peligrosas sino no van acompañadas de un corazón tierno. La ausencia de un corazón tierno en nuestra lucha por la justicia y la inclusión no permite tener un acercamiento liberador a la realidad social ni a la lucha por la transformación de la sociedad. Esa ausencia llevará a reproducir las acciones opresivas, justificándolas como un acercamiento científico o reflexión racional.
Tener un corazón tierno es reconocer que “no sólo de pan vive el hombre”. El ser humano es un ser integral que necesita alimentar también su afectividad, sus emociones, sus esperanzas, sus alegrías y su intelecto. La lucha por los derechos humanos y la liberación es una lucha difícil, ardua, y hasta sacrificial y es esencial mantener la esperanza. El corazón tierno es lo que nos permite ver, desarrollar y sostener esperanza en medio de la desesperanza. Nos permite discernir, clarificar y precisar las acciones verdaderamente liberadoras. Nos permite afirmar y sostener la vida en medio de la muerte. Nos permite proclamar la alegría, el gozo, el canto y la poesía en medio de la tristeza.
King en esta parte de su sermón utiliza el método de la antítesis para dejarnos claros lo que debe ser un corazón tierno. Nos dice lo que es un corazón duro para que de esa manera descubramos lo que es un corazón tierno.
Un corazón duro es uno que “realmente nunca ama”. Este corazón es uno cuya dirección es un “utilitarismo craso el cual valora la otra persona principalmente por su utilidad”. Esa visión utilitarista del ser humano, producto de la modernidad y el capitalismo, ha hecho del ser humano una cosa, un medio, un número, un mero instrumento de producción y explotación. Este utilitarismo no ama al ser humano por ser un ser humano, una criatura divina. Simplemente lo ve y lo siente como un instrumento que puede utilizar, explotar, manipular y hasta destruir para su beneficio o para el beneficio de los míos.
Un corazón duro es uno que “no tiene la capacidad de una compasión genuina”. Este corazón es la de una “… persona que no siente los dolores y las aflicciones de sus hermanos”. Esa visión utilitarista del ser humano no permite la compasión. La modernidad y el capitalismo no tiene la capacidad ni de ver ni sentir el dolor, las penurias, la muerte de los seres humanos porque su único interés es al aumento de sus ganancias. La sociedad patriarcal no tiene la capacidad de sentir, experimentar el dolor de la dominación del hombre sobre la mujer, del heterosexual sobre el homosexual, del homosexual sobre el transexual, del blanco sobre el negro, del estadounidense sobre el latinoamericano, del mestizo sobre el indígena, del ser humano sobre la naturaleza. La sociedad patriarcal es un corazón duro.
La compasión significa caminar, acompañar a las víctimas no sólo con palabras, consignas, decretos o comunicados de prensa. Es acompañar a las víctimas buscando junto a ellas la transformación de la sociedad donde dejen de ser víctimas y que se conviertan en creadores y protagonistas de su propio destino. Es acompañar a las víctimas para que puedan ser consideradas y entendidas dentro de la sociedad no como elementos especiales o particulares sino como parte integral de la sociedad y la comunidad. Este compartir el dolor y la muerte de la víctima no es solo un sentimiento del corazón o una idea de la mente debe estar acompañada con acciones del cuerpo. Este corazón duro lo vemos en la Junta de Control Fiscal, los miembros de la Cámara de Comercio y los Industriales y aún en miembros de la Legislatura que afirman que en Puerto Rico se puede vivir con el salario mínimo de $8.50 la hora. Su hipocresía es que no están dispuestos ni dispuestas a vivir con ese salario. Ninguno de ellos ni de ellas “ama” a su prójimo ni al País, se aman así mismos y a sus intereses particulares. Por eso serán juzgados no sólo por el Pueblo, la historia sino también por el Dios de los Pobres.
Cuando hablamos de la compasión genuina debemos recordar las palabras del apóstol Pablo “si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13. 1-3). El amor es más que un sentimiento o una emoción. Es una acción que va más allá de mis propios intereses. Una acción que permite que el otro o la otra puedan llegar a ser y hacer lo que Dios desea que sean. El amor es una acción que no busca justificar sino afirmar. El amor es una acción que no buscar imponer sino liberar. El amor no es una acción inmutable, sino que es dinámico y creativo.
Un corazón duro es uno “que no ve al individuo como persona, lo ve como meros objetos o un mero engrajane impersonal en una continua rueda en movimiento”. Este corazón “ve a los hombres como dígitos en la multitud”. El ser humano no se evalúa, se mide o se piensa de acuerdo con los axiomas de la economía: GNP, la bolsa de valores, tasa de empleo o desempleo, ingresos del Estado. El ser humano no es un número ni una estadística. El ser humano se valora por sí mismo o sí misma. El ser humano, desde la perspectiva evangélica, es “imagen y semejanza” de Dios.
King señala que “Jesús nos recuerda que la buena vida combina la mente fuerte de la serpiente y el corazón tierno de la paloma. Tener las cualidades de la serpiente sin las cualidades de la paloma es no tener pasión, ser duro y egoísta. Tener las cualidades de la paloma sin las cualidades de la serpiente es ser sentimental, anémico y sin metas. Debemos combinar antítesis fuertemente marcadas.” Nos invita a que nuestra espiritualidad de resistencia y lucha sea una integral.
Recordemos las palabras del apóstol Pablo en Romanos “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (12.2). La espiritualidad de resistencia y lucha es una que debe estar en continua renovación en todos los órdenes de la vida. Debemos renovar nuestra mente fuerte con el estudio y la reflexión constante y consistente. Un estudio y reflexión que debe partir de nuestra praxis pastoral y del pueblo que acompañamos. Debemos renovar nuestro corazón tierno con el autocuidado y la autocompasión. Recordemos que somos seres humanos y cometeremos errores en nuestro caminar. Esto no nos descualifica. Nuestro corazón tierno nos permite reconocer el error, pedir perdón y rectificar nuestra acción. Debemos cuidar nuestro cuerpo. Debemos descansar. Debemos divertirnos. Debemos amar. Este proceso de renovación continuo permite que nuestro compromiso por la justicia y la paz sea uno verdaderamente liberador.
Continúa King afirmando que “nosotros los negros debemos unir la mente fuerte y el corazón tierno si deseamos movernos creativamente hacia la meta de la libertad y la justicia. Los individuos de mente suave entre nosotros sienten que el único camino de enfrentar la opresión es ajustarnos a ella. Ellos ceden y se resignan a la segregación. Prefieren mantenerse oprimidos.” Hay que superar la espiritualidad de la mentalidad colonial de separar la mente y el corazón. Un ser descolonizado es un ser que lucha día a día en unir tanto la racionalidad y las emociones. Un ser descolonizado es un ser que ama profundamente y que está dispuesto a entregar su vida por sus hermanos y hermanas. Un ser descolonizado, a la misma vez, es un ser que utiliza las herramientas de la ciencias humanas y naturales, sin dogmatismos o fundamentalismos, para alcanzar las metas de liberación y justicia. Un ser humano descolonizado es quien está abierta y abierto al diálogo profundo y honesto, a escuchar activa y respetuosamente y a reconocer y aceptar la reflexión del otro y la otra.
Es por esta razón que King señala que “Debemos aprender que aceptar pasivamente un sistema injusto es cooperar con el sistema y por lo tanto se es participe de su maldad”. La pasividad, signo de una mente y corazón colonizado, ante las prácticas de opresión, desigualdad, exclusión y explotación del sistema actual, tanto en lo racional como en lo emotivo, nos lleva a ser cómplice de la maldad del sistema. La aceptación pasiva puede tener muchas caras. Una justificación puede ser “ese no es mi problema, que ellos/ellas/elles resuelvan”. También podría ser “es que así son las cosas y no se pueden cambiar”. De igual manera podríamos decir “esperemos que el Señor venga”. Este comportamiento colonizado (corazón y mente débil) que permite el consentimiento de la muerte y la destrucción del ser humano y la creación es para King un acto de “cobardía”.
Aquí resuenan las palabras de Pablo a los Romanos cuando les dice “El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien” (12.9). Si afirmamos que amamos a nuestro prójimo entonces tenemos la responsabilidad de aborrecer el mal. Aborrecer el mal significa denunciar todas sus manifestaciones. Aborrecer al mal significa una autocrítica de nuestras acciones y la de nuestras instituciones que puedan ser y que son mantenedoras del mal. Aborrecer al mal significa mirar la realidad desde y a través de los ojos de las víctimas y de los oprimidos y oprimidas.
Aborrecer el mal significa abrazar el bien. Abrazamos el bien cuando aceptamos las diferencias no como divergencias, desviaciones o enfermedades, sino como realidades del Dios Trino. Abrazamos el bien cuando defendemos y protegemos a quienes son rechazados y rechazadas. Abrazamos el bien cuando nuestros santuarios, templos y escuelas son lugar de refugios y protección para quienes son víctimas de la violencia de la cultura, la sociedad, la religión y la economía. Abrazamos el bien cuando estamos dispuestos, como comunidad, a sacrificar nuestros propios intereses en favor de aquellos y aquellas que están siendo sacrificados en el altar del odio, de la producción y las ganancias, del desprecio, del patriarcado. Abrazar el bien es entregar nuestra vida por otros y otras y con otros y otras como la entregó Jesús por nosotros y nosotras.
Para King un corazón duro y amargo decide “combatir al oponente con violencia físico y odio corrosivo”. Afirma que “La violencia trae solo victorias temporeras; la violencia crea muchos más problemas sociales de los que resuelve, nunca trae una paz permanente”. La violencia que es producto de una mente débil y un corazón duro (mentalidad/espiritualidad colonizada) nos llevará inevitablemente a la reproducción de patrones de comportamientos que no proveerán ni la paz, ni la justicia ni la libertad que tanto ansiamos. En su análisis sobre el uso o no de la violencia en su tiempo, su opción por la no violencia no sólo se basa en un corazón tierno de amor y solidaridad que desea liberar no sólo a las víctimas sino también a los victimarios del pecado y la maldad del racismo y la superioridad blanca. Basa su opción también en una mente fuerte que analiza la correlación de fuerzas (físicas y materiales) en el uso de la violencia como instrumento de lucha por la liberación. Su opción no sólo era ética sino también práctica y realista. “Estoy convencido de que, si sucumbimos a la tentación del uso de la violencia en nuestra lucha por la libertad, una generación de no nacidos serán recipientes de una larga y desolada noche de amargura y nuestro mayor legado será un reino interminable de caos”.
Esto nos recuerda las palabras del apóstol Pablo a los Efesios en el capítulo 4.14-15 “…para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo…”. La advertencia de Pablo es clara no podemos dejar que las estratagemas y las estrategias de las realidades de maldad y pecado, de la injustica, la opresión, el patriarcado y la muerte (la mentalidad/espiritualidad colonial) dirijan nuestras acciones. Nuestra espiritualidad de resistencia y lucha debe ser dirigida únicamente por el amor y la solidaridad del corazón tierno de una mente fuerte.
Concluimos la próxima semana…